​Generación 79

El colegio academia ALPE

 

estaba situado en la avenida José Antonio, número 579, la que después sería Gran Vía de les Corts Catalanes.  Hoy ocupa su lugar una agencia inmobiliaria y un pequeño bloque de pisos. Alpe tenía mucho más de colegio que de academia. Su ideario, su método de enseñanza y su forma de entender las relaciones entre alumnos y profesores hacían de él un abanderado de lo que tenía que ser un centro escolar en unos momentos difíciles y  a las puertas de un cambio político que marcaría nuestra sociedad para siempre.

Del colegio no quedan ni los cimientos. Su fachada, regia y opaca, ha sido sustituida por cemento y cristal,  aportando un toque de modernidad a la calle pero también un carácter impersonal, propio de muchos edificios de la ciudad. De la época quedan los edificios colindantes, testigos silenciosos de que, años ha, allí hubieron encuentros y desencuentros, risas y llantos, amores y desamores, secretos compartidos, complicidades…

Pero tal vez esos muros hayan conseguido salvaguardar algo del ambiente que nos envolvió aquellos años. O tal vez no. Tal vez la algarabía de los alumnos, las canciones de los Carpenters, los acordes de alguna guitarra tocando “Mediterráneo”, las broncas de los profesores, el humo de los cigarrillos, las miradas, el intercambio de apuntes, la complacencia del conserje…. se vinieron abajo al derruir sus paredes y tan sólo queden en nuestra memoria.

Y en nuestra memoria quedan también los espacios que compartimos al acabar el día, o saltándonos alguna clase y dando rienda suelta al jefe de estudios para recordarnos las normas y las consecuencias de los novillos, injustificables,  pero que, al fin y al cabo, nos identificaban y reafirmaban como adolescentes. Nos escapábamos a los billares que teníamos justo al lado y que ahora ocupa elegantemente la gestoría. A la cervecería donde entre rubia y rubia  hablábamos de nuestras cosas y de las de los demás,  y a la Valenciana, la granja que a pesar de haber sobrevivido a las crisis, abandonó su ubicación para trasladarse unos metros más allá en la misma calle.

Únicamente el bar hawaiano Kahiki se mantiene firme en su lugar original, recordándote, cuando casualmente pasas por allí, que una vez probaron sus exóticos zumos unos chicos y chicas de un colegio cercano.

Nos gustaba saltarnos las normas. Nuestro comportamiento en alguna ocasión puso al borde del infarto a más de un profesor.  Éramos desafiantes y no nos callábamos… Pero otra cosa también nos unía. El sentimiento de pertenecer a una comunidad privilegiada, donde tenía cabida todo el mundo, donde se podía aprender y aprehender de una manera distinta. Donde cualquier acontecimiento sacaba al alumno de Alpe que llevábamos dentro. Recordemos el partido de básquet  del campeonato mundial escolar disputado en Granollers ante el colegio norteamericano de Pasadena.

Ahora todo esto es historia. Pero es nuestra historia y como tal es importante recordar los nombres de todos los que formamos parte de ella. No podemos incluir a los que pasaron antes y después que nosotros pues sería una ardua tarea,  pero si a los que compartimos pupitre, de día y de noche, los que se fueron antes y los que llegaron al final. A todos.